Prosocialidad: el futuro es un espacio para el bien común
La anticipación de futuro tiene un innegable impacto social. Cuando hablamos del futuro, lo hacemos desde una perspectiva ética que tiene como objetivo principal la continuidad y preservación de la vida. Este tema específico se explora con profundidad en el nuevo proyecto editorial centrado en esta disciplina.
El futuro no es producto de la acción de una única persona. Es, sin dudas, un fenómeno social que obedece al resultado de condiciones sistémicas y a la interacción de actores, contextos culturales, valoraciones y motivaciones. No es algo que le pertenece a alguien.
En la medida en que el contexto se transforme y todos los elementos que están en el sistema interactúen de una determinada manera, el futuro va a emerger. Esta forma de pensar nos aleja de la idea de futuro como un objetivo que vamos a alcanzar y nos permite entrar en una lógica relacionada con las posibilidades sociales que aparecen en los escenarios a los que nos enfrentamos.
Los nuevos contextos que podrían surgir, como por ejemplo un mundo con una menor tasa de natalidad y por ende con una población disminuida, no impactarán a una sola persona, sino que serán compartidos por toda una sociedad. Por eso, decimos que el futuro es un fenómeno social.
La conducta prosocial y el bien común
Si queremos evitar que nadie se apropie del futuro o sea utilizado para intereses de corto plazo, tendremos que apelar a la conducta prosocial para abordar el bien común como un camino plausible. Este tipo de conductas —el altruismo, la cooperación y el cuidado, entre otros ejemplos— forman parte de la prosocialidad, un conjunto de acciones que está velando por el sistema sin necesidad de considerar una retribución individual en un escenario cercano. De hecho, al actuar en ese bien común, todos recibiremos, a nivel personal, una serie de beneficios.
Ahora bien, para que esta prosocialidad suceda tenemos que gestionarla y diseñarla. ¿Cómo lo hacemos? Podemos aplicar los principios que desarrolló Elinor Ostrom, la politóloga estadounidense que estudió la problemática de los bienes comunes y ganó el premio Nobel.
A través de sus principios, Ostrom busca responder cómo se gestiona un lago, una plaza o incluso el futuro para que pueda permanecer en el tiempo aportando bienestar a toda la comunidad.
Podemos conectar todo esto con el trabajo de David Sloan Wilson, un biólogo evolutivo norteamericano que unió la prosocialidad con la idea de la selección multinivel. Esta integración sugiere que la aplicación de estos principios no solo afecta el presente, sino que promueve conductas hacia el futuro, haciendo que más individuos vayan entrando a esa prosocialidad.
Los principios de la prosocialidad
Analicemos a continuación los principios desarrollados por Elinor Ostrom en los que se basan las prácticas de la prosocialidad y el trabajo por el bien común. Se trata de ideas claves para diseñar futuros posibles.
Fuerte identidad de grupo y comprensión del propósito
La identidad grupal es básica para que aparezca la interdependencia. Por eso, este principio reconoce que grupalmente vamos a estructurar ciertas identidades abiertas para conectar con otros grupos. En el diseño de futuro, esto nos permite conversar desde un lugar que cuide lo que nos interesa, que lo reconozca como un valor y que articule prácticas para lograrlo.
Distribución justa de costos y beneficios
Este principio habla de la necesidad de diseñar sistemas donde exista la percepción de equidad, no desde el punto de vista de la igualdad, sino desde la idea de costo y beneficio. El objetivo es que los sistemas no nos excluyan. Para abordar futuros, esto es útil para generar mayores niveles de confianza en relación con la posibilidad de acceder al bien común.
Toma de decisiones justas e inclusivas
La idea de sociocracia como modelo de gestión, donde todos participan de las decisiones y no solamente la mayoría, es fundamental para dar pie a los futuros participativos. Implica ir más allá de la democracia tradicional que indefectiblemente genera espacios de ganadores y perdedores. En el abordaje de futuros posibles, este principio nos ayuda a suscitar mayor compromiso y confianza en el sistema.
Monitoreo de los comportamientos acordados
Implica ponerse de acuerdo en cómo se abordará el futuro y cómo podemos hacer para que se cumplan los acuerdos y los objetivos, lo que está conectado con el rol interdependiente del anticipador. En el diseño de futuro esto se relaciona con la distinción entre lo que funciona y lo que no, lo que facilita y lo que obstaculiza.
Sanción graduada a salirse de esos comportamientos acordados
Como el sistema social acuerda ciertas prácticas, debemos considerar una gradualidad para juzgar los comportamientos que se salgan de lo acordado. El bien común se sostiene sobre lo social y esto es precisamente lo que va a regir cómo apalancar las conductas. Para diseñar futuros, este principio pone de manifiesto la confianza que se necesita para que podamos coordinar.
Resolución rápida y justa de conflictos
Este principio se basa en que las comunidades que habitan la prosocialidad buscan la resolución de conflictos a través del diálogo. De esta manera, se reconocen posiciones e intereses y se puede conversar acerca de ello. En el diseño de futuro, lo utilizamos para poner los conflictos sobre la mesa y abordarlos colectivamente.
Autoridad para el autogobierno
Si hablamos de seres y de colectivos conscientes que toman decisiones de manera inclusiva y que están sosteniendo la confianza a través de gestionar los compromisos, podemos dar autonomía. En síntesis, las personas se pondrán de acuerdo en cómo quieren ser gobernadas. Cuando diseñamos el futuro, este principio permite otorgar poder a los actores para que puedan construir y mantener vivo ese movimiento.
Relaciones adecuadas con otros grupos
Tiene que ver con la capacidad de relacionarse, de buscar identidades colectivas y de generar mecanismos de intercambio que permitan fortalecer la estructura sistémica desde la que se relacionan. A la hora de abordar el futuro, este principio posibilita validar la legitimidad y la interacción, buscando el valor sistémico de esa conexión.
El futuro como un terreno compartido
Si tenemos en cuenta los principios de la prosocialidad y del futuro como un bien común, emergen posibilidades que todos podemos compartir. Todo esto propicia el surgimiento de un nuevo paradigma donde la interdependencia está en el centro.
La prosocialidad es la forma de gestionar la interdependencia: un aspecto fundamental en un mundo cada vez más complejo que nos impulsa a generar estrategias efectivas y resilientes.