El paradigma de la interdependencia
Además de reconocer la necesidad de la anticipación de futuros como disciplina, este nuevo proyecto editorial busca instaurar la idea de la prosocialidad como conducta necesaria para abordar la construcción de un espacio para el bien común. El futuro es un fenómeno social y, por ende, un terreno compartido.
Los profesionales de la anticipación sostenemos que esta forma de ver el futuro es el germen de un nuevo paradigma evolutivo que se basa en la interdependencia. En otro artículo hemos hablado de los atractores culturales como calces adaptativos entre las problemáticas que nos toca vivir y la manera de resolver esos obstáculos. El mundo actual propicia, precisamente, la aparición de un nuevo atractor cultural o paradigma.
Habitando un mundo interdependiente
Estamos habitando un mundo interdependiente donde los pequeños cambios pueden tener efectos significativos e impredecibles en los sistemas más complejos. Donde el impacto no guarda una relación proporcional con la causa.
Nos hemos dado cuenta de que la forma de controlar el sistema, sobre supuestos de estabilidad, ya no es efectiva. Nuestra manera de cambiar y de generar resultados nos indica que enfrentamos desafíos muy profundos.
Un mundo caracterizado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad se gestiona desde el paradigma de la interdependencia. Nos enfrentamos a un contexto que no conocemos, y la forma de resolverlo es juntándonos y generando una pertenencia clara. Este es el principio de la prosocialidad.
Necesitamos un abordaje holístico que ponga la vida en el centro. Como hemos comprendido que formamos parte de un sistema más grande que nosotros mismos, el pensamiento anticipatorio nos posiciona en el presente al mismo tiempo que nos advierte que somos totalmente responsables de las consecuencias de aquello que estamos generando.
Los seres humanos no podemos existir sin el árbol, sin el agua, sin otras especies. Todo está integrado en el mismo sistema y es imposible separarlo. Por eso, el paradigma de la interdependencia nos ayuda a comprender que nuestra existencia va a estar tensionada por cualquier movimiento que hagamos en contra de la vida.
Un paradigma que está emergiendo
El paradigma de la interdependencia está sucediendo y aún no sabemos cómo abordarlo. Es un atractor cultural emergente, por lo que carecemos de experiencia práctica y teórica. De alguna manera, somos espectadores de un fenómeno que está ocurriendo. Entonces, hasta el lenguaje que utilicemos para describirlo nos quedará corto, porque remitirá a paradigmas anteriores.
En este sentido, la prosocialidad no busca gestionar la interdependencia sino entender cómo podemos abordar las problemáticas de forma integral, entendiéndonos como parte de un todo. Evidentemente, la conducta prosocial es una herramienta para habitar la interdependencia, para administrar la complejidad de una manera más orgánica.
Ahora bien, este paradigma desafía nuestra concepción de humanidad. No somos individuos aislados, sino partes de un todo. Esto, obviamente, influye en la construcción de organizaciones y gobiernos, y también en la manera de habitar el futuro.
El futuro como un presente continuo y cambiante
El paradigma de la interdependencia mira el futuro como un proceso evolutivo natural de este gran ser vivo que somos. Reconoce que el futuro es un presente continuo y cambiante, y que siempre estaremos conectados con el todo desde el presente.
Hay múltiples fuerzas vivas que impactan sobre los futuros que imaginamos y eso nos brinda la responsabilidad de hacernos cargo de la construcción de ese futuro. Esto nos permite entender que el futuro no existe. Es una forma de ser y habitar el presente.
Si necesitamos construir futuros con la vida en el centro, entonces debemos participar. Surgen así nuevas formas de involucrarnos en esa construcción. Dentro de la disciplina de la anticipación, es preciso considerar los futuros participativos como un enfoque a implementar.
Incorporar la participación a los ejercicios de anticipación nos permite tomar en consideración a las futuras generaciones en las decisiones. También nos habilita a reconstruir la confianza en las instituciones para abordar desafíos a largo plazo y acompañar a personas y comunidades en la gestión de incertidumbres para fomentar la resiliencia y la acción colaborativa. Por último, permite crear futuros inclusivos y compartidos con la vida en su totalidad.
En definitiva, la participación implica abordar escenarios de futuros posibles con otros para lograr el bien común. El objetivo es que todas las personas, organizaciones y comunidades estén dispuestas a comprometerse responsablemente en la construcción de un futuro que sitúe a la vida en el centro.